viernes, 8 de agosto de 2008

Monografía "DEL ACUNAMIENTO AL ACUIDAMIENTO"

Curso de Coordinador en Recursos Expresivos



Coordinadora: Andrea Sommerfleck




Equipo de Coordinadores de Módulos: Elina Matoso, Mario Buschbinder, Mónica Groisman, Román Mazzilli, Josefina Trebucq, Claudio Mestre, Lic. Silvia Mossuto, Ana Lucía Morón




Lic. Paula V. Bialoskurnik
Psicóloga
paubialos@hotmail.com




2006-2007



“ La madre le contó al niño el cuento Jack el matador de gigantes.
La reacción del niño al terminar la historia fue :_No existen cosas así como los gigantes verdad ?
Antes de que la madre pudiera dar a su hijo la respuesta tranquilizadora que tenía en la punta de la lengua el pequeño continuó: _Pero existen esas cosas que se llaman adultos y que son como gigantes”.



Introducción

Fue el fin de semana largo del 25/5 de este año, cuando fui a pasar unos días a Rosario a la casa de una amiga. Ella insistía en llevarme a ver una obra de teatro llamada “Como quien oye llover” cuyo autor y único actor era Juan Pablo Geretto. Es un transformista que representaba a tres mujeres con diferentes características. En el escenario había una mecedora que no fue utilizada en toda la obra. Sobre el final, el actor baja del escenario y escoge a una mujer de entre el público, le pregunta si tiene hijos y cuánto hace que no la acunaban y lo único que le pide es que confíe en él. Se sienta en la mecedora y la invita a sentarse sobre sus piernas y a apoyar su cabeza sobre el hombro de él, diciéndole que “apoye su cabeza en el hombro y que el resto de su cuerpo se va a ir acomodando solo”. Realmente fue así, fue increíble ver como el cuerpo se iba acomodando para ser acunado. El la abrazó y empezó a cantarle una canción de cuna. Debo confesar que sentí envidia y que la emoción invadió mi cuerpo.
Fue esta escena que me invitó a sentir y pensar lo necesario y sanador que puede resultar ser acunado aún de adultos, y que son posibles diferentes tipos de acunamientos. Que se puede acunar no solo desde el cuerpo, sino también desde las palabras. Transformándose estas en una forma de seguir cuidando. De ser cuidados como cuando nos acunaban.
Por otro lado, esta misma escena teatral, me remontó casi 13 años atrás, cuando cursaba una pasantía de la Facultad de Psicología de la UBA donde cursaba la carrera de Lic. en Psicología. La misma me llevó a intuir que el contacto piel a piel, puede llegar a ser un factor importante de sobrevida, y será relatada como parte del desarrollo de este trabajo.
En la búsqueda de un apoyo conceptual a estas ideas, me encontré con diferentes autores que teorizan sobre la importancia del contacto corporal desde la concepción, entre ellos, el Dr. Thomas Verny, el Dr. David Chamberlain, D. Winnicott, Daniel Calmels quienes enfatizan en la importancia del sostén ya desde la gestación misma, porque “los niños bien apegados crecen conociendo las cualidades de la empatía y la compasión”[1]. Por otro lado, me encontré con el concepto (nuevo para mi) de “Contacto Fusional” de Andre Lapierre- Bernard Aucouturier[2] que, creo, le da entorno a esta idea de un acunamiento necesario en la etapa adulta del ser y que intentaré desarrollar en este trabajo.
En definitiva, haré un recorrido para intentar demostrar que la emoción que sentí ante la escena relatada mas arriba y lo que esta me llevó a pensar, es en una posibilidad de encuentro con el cuerpo del otro y que, como tal, puede resultar un encuentro sanador, que puede además, darse tanto desde el acto de acunar, como desde el acuidar[3], palabra acuñada por mí para hablar de las palabras que pueden tener el mismo efecto emocional y corporal que el acunamiento.




Desarrollo

Ser sostenidos desde la base misma, desde esa base que es de la tierra, que se arraiga y que nos arraiga desde nosotros mismos, desde lo más primitivo, desde lo primero, desde el estar ahí para ser. Ese Ser que nos identifica, que nos llama (convoca), que desde esa misma base nos da seguridad porque es un lugar donde se encuentran en un mismo punto el pasado centrado en cómo fuimos sostenidos, el presente para confirmarnos en el soy, y el futuro fortaleciendo la seguridad.
Se trata de ser Bien Sostenidos, ese Biensostèn donde comienza a desarrollarse el si mismo (la mismidad F. Doltò), cuya vía regia es la Afectividad. El Bien Sostén desde la afectividad.
Es en el contacto con el otro donde el encuentro es posible. En ese primer saber estar ahí, disponibles para ser convocados; y es el bebé que nos convoca al afecto, a una danza fluida y tierna donde interactúa permanentemente con la madre y recrea intercambios con el padre que también es parte del sí mismo. “Me gusta decir que los bebés son “atletas del amor”: saben que hay que amar para vivir”[4]. “Los padres ejercen una influencia enorme sobre los atributos mentales y físicos de los niños a los que crían”... “Teniendo en cuenta este hecho es responsabilidad de cada futuro progenitor retirar las telas de araña de la psique aireando las diferencias con sus respectivas parejas y resolviendo conflictos interiores ante la llegada del nuevo ser”.[5] A lo largo de nuestras vidas vamos acumulando ideas que nos limitan a nosotros mismos y nos hacen daño, pensamientos negativos que se instalan también en lo corporal; “Con los materiales nutricios pero también los tóxicos, cada uno de nosotros va elaborando una historia corporal, un modo de andar en el mundo, un estilo de respuesta al estrés o a la ansiedad, un modo singular y único de relacionarse con los otros.” “La falta de un cuerpo materno que sostenga y estimule el desarrollo puede aparecer como una sombra oscura que amenaza cada proyecto con el veneno de la depresión o con el sentimiento de debilidad corporal y poca energía”.[6] Cada creación es de tres, es un lenguaje permanente de sensaciones, sentimientos, afectos y temores, donde la verdad y el intercambio se transforman en el aspecto vital; es por eso, que en la medida de lo posible, y, desde ya, si están dadas las condiciones, debemos prepararnos para recibir desde el afecto. Estaría hablando de prevención, pero no siempre es posible tal trabajo, y menos en una sociedad como la nuestra donde desde el vamos la educación sexual y la prevención primaria para la salud no son prioritarias en los planes gubernamentales de este lado del mundo
La música, la voz, las manos, los ojos, las palabras, los silencios, los decires o no decires, el escuchar, jugar, bailar, acariciar, mirar, oler, reír; todo eso es sostener desde el afecto. Todo nos espera y nos reclama, pero también nos recibe y nos transforma. Todo se empieza a construir desde el momento mismo de la llegada del bebé al útero materno. Desde una perspectiva Psicofisiológica el Dr. Thomas Verny[7] en su libro “El futuro Bebé” dice que “...Desde el momento mismo de la concepción el cerebro del bebé está conectado a su entorno. Nuestra personalidad surge de la interacción compleja entre genes con los que nacemos y las experiencias que vivimos... Ya no se puede recurrir a estadios del desarrollo (Freud o Piaget) que atribuían escasa capacidad perceptiva o cognitiva a los menores de 3 años...” Desde esta misma perspectiva, el Dr. Thomas Verny, en el mismo libro, va mas allá, y demuestra que la lucha por la individualidad y la construcción de la personalidad ...”se inicia ya en los primeros momentos, antes incluso de la concepción propiamente dicha, cuando el espermatozoide que es diferente a todos los demás, compite por fecundar el óvulo. Cada óvulo selecciona el espermatozoide con el que se une, tomando así la primera decisión irrevocable de la vida. Así, mas que participar en el desarrollo de la obra, el óvulo abre su cáscara y literalmente se funde con un espermatozoide por el que se siente atraído. Como el material genético proviene del padre, el sistema inmunitario de la madre identifica el blastocisto como sustancia extraña y organiza un ataque, igual que haría en el caso de detectar un virus o cualquier otro cuerpo extraño. De resultas de ello, muchos embriones incipientes acaban en abortos. Esta lucha a vida o muerte marcará a los supervivientes a lo largo del proceso de marcaje celular y se convertirá, en cierto sentido, en nuestro primer “recuerdo” experiencial”...

Se podría pensar que tras esta lucha, el blastocisto es acunado por el útero materno. Se me ocurre que este podría ser el primer acunamiento desde el cual se parte y comienza así el recorrido a través de una serie sucesiva y necesaria de diferentes acunamientos. Cabe aclarar que el sentido de acunamiento a través del cual se me ocurrió pensar el camino de esta monografía, parte del concepto de sostén al que se refiere Daniel Calmels[8] en su libro Del sostén a la transgresión cuando dice que: ...”Partiendo de la hipótesis de que el cuerpo, así como la actitud postural, los gestos expresivos, las praxias constructivas, no son algo dado sino a construir, podemos formular los siguientes interrogantes: en qué lugar y con qué relaciones se construye?. Con qué acciones se le da forma?. Al modo de una respuesta provisoria, podemos decir que estos hechos ocurren inicialmente en un espacio de proximidad y contacto con el cuerpo del adulto, en una relación de sostén. Este ámbito material y corpóreo es la base de sustentación provisoria que le permite al niño explorar sus capacidades funcionales en procura de un funcionamiento autónomo.” El acunamiento que atravesará este trabajo, lo refiero a esa “base de sustentación corpórea” que contiene desde el abrazo protector y tranquilizador, y no exclusivamente a la acción de acunar. Me gustaría ir mas allá de la mera acción, para considerar acunamiento a todo aquello que nos acerca, desde las percepciones y las sensaciones, a la relación con otro, seamos recién nacidos o seres adultos. Es así que este primer acunamiento que abraza y contiene se da en el útero materno. El útero puede abrazar y, según J. Lionel Taylor "Permite nuestra apreciación de la profundidad, del espesor, y de la forma, sentimos, amamos y odiamos, nos irritamos y nos ablandamos por medio de corpúsculos táctiles de la piel". Existe una hipótesis de que la serie prolongada de contracciones uterinas del parto representarían en la especie humana, una serie de inmensas estimulaciones cutáneas destinadas a asegurar el funcionamiento satisfactorio de los principales sistemas orgánicos del bebe. Después de nacer el intimo contacto físico con su madre al abrazarlo, acariciarlo, amamantarlo, hamacarlo, puede considerarse como una prolongación directa del estado intrauterino.
A través de mi propia experiencia en el trabajo con embarazadas (Coordino grupos de embarazadas para la preparación de un parto sin dolor, y favoreciendo el encuentro de la tríada mamá- papá- bebé), me fui encontrando con diferentes situaciones en donde el cuerpo, tanto de la madre como del bebé dentro y fuera del útero, se sincronizaban casi instintivamente en movimientos que tendían permanentemente al encuentro. Obviamente esto era posible porque se había podido establecer un vínculo afectivo. “Cuando no se ha podido establecer el vinculo afectivo, sobre esa relación pende, como una sombra, una inexplicable falta de intimidad...”[9]. A partir de estas observaciones comencé a pensar y a interesarme por la importancia del contacto con el cuerpo del otro. Podemos encontrar nociones psicoanalíticas de Investidura Libidinal, Zonas Erógenas y demás, pero a lo que me refiero es a ese contacto mas directo piel con piel, mirada con mirada, sonido con sonido, facilitado por el deseo y facilitando el deseo y el placer. “El niño no encuentra una cierta globalidad fusional mas que en el contacto de todo su cuerpo con un cuerpo adulto... Para que ese contacto sea globalizante, es necesario que su superficie sea lo mas amplia y extensa posible, envolviendo en cierta forma todo el cuerpo del bebé. Para que sea fusional se requiere que la calidad de ese contacto permita al niño investir el cuerpo del adulto como parte de sí mismo. Las condiciones que favorecen esa fusión son el calor corporal, el contacto de la piel, la respiración, el mecimiento, la mirada y la voz, pero en especial el acuerdo de las tensiones tónicas...”[10] Para ejemplificar lo antedicho, nada mejor que una experiencia vivida por mí en el Hospital Materno Infantil “Ana Goitía” cuando estaba cursando una pasantía de la carrera de Psicología de la UBA en el año 1994: recién comenzaba la cursada e ingresábamos a la UTIN (Unidad de Terapia Intensiva Neonatal) a realizar observaciones de bebés. Había nacido una bebé de 24 semanas de gestación y 600 gramos de peso, cuya madre era una niña de 12 años que no quería ver a su bebé ya que había sido producto de una violación; aunque estaba conectada a un respirador, los médicos la daban por muerta ya que sus posibilidades de sobrevivir, eran nulas. Comencé a interesarme por el caso, e instintivamente le pedí permiso a mi docente, para entrar en contacto con ella. Después de hablar con médicos y enfermeras, y a pesar de insistir que era inútil, me dejaron acercarme a ella. Al principio solo le hablaba y tarareaba canciones de cuna cerca de su oído (iba a verla una vez por semana cuando tenía que cursar). Fui percibiendo reacciones mínimas, por lo que pedí permiso para tocarla, mi docente me recomendó que no deslizara mi mano en su piel (que no la acariciara) porque esto podría irritarla debido a su corta maduración intrauterina. Entonces fui entrando en contacto con ella a través de la piel pero solamente realizando una leve presión en algunas partes de su cuerpito hasta que tuve la necesidad de alzarla en brazos. En un comienzo esto fue imposible ya que estaba conectada al respirador, pero después de unas semanas de contacto, y con gran asombro de los médicos y enfermeras, pudieron desconectarla por lo que me fue posible abrazarla. Tuve la necesidad de ir a verla mas seguido, y estábamos juntas dos y a veces, tres veces por semana. La alzaba en brazos acurrucándola y acunándola le cantaba las mismas canciones de cuna que al principio. Después de dos meses, salió de alta con 2 kilos y medio de peso y , aparentemente, sin ninguna consecuencia física o neurológica. La adoptó su abuela, que al ser informada por el personal de Asistencia Social del Hospital y, tras realizar los tramites necesarios, se la llevó a su casa, bautizándola Marisa Paula. Después de un año del alta y habiendo terminado la pasantía, me llama mi docente para pedirme si puedo ir al Hospital a hacer un reemplazo de una auxiliar, y me cita en el consultorio de Control del Niño Sano. Cuando llego me encuentro con mi docente y una niña de un año y medio parada al lado suyo, instintivamente comienzo a hablarle y ella viene hacia mí con sus bracitos extendidos. La abrazo e inmediatamente las dos nos reconocimos. Miro a mi docente que con una sonrisa me dice: “Sí, es Marisa Paula, sobreviviente gracias al amor de una desconocida que confió en ella”. Que agregar a esto, si cada vez que lo recuerdo, se me hace un nudo en la garganta?. Queda mas que claro, la importancia del amor como motor de vida. Este bebé sobrevivió y ahora empezaba a caminar.
Esta experiencia, mas la frase que me regaló mi docente, me llevaron a querer investigar mas acerca de las capacidades y necesidades de los bebés. Así llegué a encontrar la especialización dentro de mi profesión, y descubrí que los recién nacidos son enormemente perceptivos y llegan al mundo con una flexibilidad y una apertura que luego se modifican con el crecimiento; por eso es tan importante el rol que cumple la madre, el padre o la persona que está al cargo de ese ser en desarrollo.
Siguiendo por el camino de los diferentes acunamientos a los que me refiero en este trabajo, nos encontramos también con los juegos corporales de sostén que, mas allá de provocar un espacio lúdico y de placer, apuntalan el desarrollo del bebé. Uno de ellos, y tal como lo plantea Daniel Calmels, es el mecimiento, “acción alrededor de la cual se organiza el primer juego corporal”. “Es en el cuerpo de otro donde el mecimiento tiene lugar. Un otro confiable que pueda generar cambios, transmitiendo en el mismo acto, a partir de gestos de aseguramiento, que nada malo va a ocurrir”[11] . Se puede diferenciar el mecimiento cuyo objetivo es calmar procurando el alivio y el sueño del bebé, del que se realiza por el placer de jugar.
Es posible acunar desde la palabra, “Los bebés escuchan las palabras y el ritmo del lenguaje, ya desde el interior del útero se hacen expertos en entender la trama emocional que sustenta el lenguaje de quienes los rodean, registran en niveles profundos el buen trato o el maltrato a traves del lenguaje y responden expresando o inhibiendo, con llantos, silencios o sonrisas”[12]. Los recién nacidos que son nombrados y tenidos en cuenta en las palabras de los mayores encuentran que existir es importante, pueden tener momentos de juegos solitario y aprenden a esperar cuando es necesario. “Además de los cuidados maternos corporales y del apego del cuerpo y la alimentación (hechos por las manos y el organismo materno) son esenciales las palabras, sus arrullos, sus caricias, sus canciones de cuna y todo aquello que proviene del lenguaje del corazón de las madres”[13].
La mirada también acuna, y esto se puede observar mas allá de toda teoría en el acto íntimo y único de amamantar. Allí confluyen diferentes contactos: el abrazo, el contacto de la piel, muchas veces palabras o melodías que le dedica la madre y, casi exclusivamente, la mirada. Se cree que los bebés nacen ciegos y a los 45 días adquieren visión, pero esto no es así, los recién nacidos ven, en principio a corta distancia, precisamente aquella que va del pecho materno a los ojos de la madre y tienen la capacidad de fijar la mirada durante breves momentos. Su visión adquiere mayor distancia a los 45 días de vida. Sienten un inmenso placer al encontrar la mirada de la madre o la persona que lo contiene. Hace 4 años fui docente de la misma pasantía donde viví la experiencia antes relatada como alumna, y tuve la posibilidad de trabajar en el área materno-infantil del Hospital Penna. Tenía de 2 a 4 alumnos con los que recorríamos las salas donde estaban internadas las mamás con sus bebés, y hacíamos el rooming in (charla acerca de las capacidades de los recién nacidos y las vicisitudes que rodean la maternidad), allí tuve la posibilidad de observar el encantamiento de los bebés cuando eran mirados por sus madres, ya sea en el momento de ser amamantados o cuando las madres se disponían al intercambio amoroso y, viceversa, ya que se podía leer con total facilidad que esto tenía también efectos tranquilizadores y confirmantes para la mamá.
Estos diferentes acunamientos, se van transformando y, muchas veces perdiendo, a lo largo del crecimiento. Las transformaciones y las pérdidas a las que me refiero, son generadoras de etapas evolutivas, y como tales, necesarias. Somos seres sociales, atravesados por lo cultural y por la situación económico- social que nos ha tocado en suerte. Este aspecto condiciona ineludiblemente el tipo de relación, la posibilidad o no de un contacto adecuado, etc. Aquí se hace evidente la importancia de satisfacer prioritariamente la necesidad de la salud integral de padres, gestantes y niños. “Es evidente que los gobiernos que abandonan su preocupación por la infancia están renunciando a pensar en su futuro, por eso se hace necesario proteger a ésta ya antes de la concepción, brindando a las mujeres embarazadas todos los medios imprescindibles para que nazca un niño sano y fuerte. Como dice el doctor Rafael Sajón (ex vicepresidente del Instituto Interamericano del niño de la OEA): “Poco futuro posee quien no cuida los caminos donde transita nuestro futuro: los niños”[14].
Perdón por este pequeño desvío, pero sinceramente, me resultaba imprescindible no pasar por alto, que si bien las diferentes formas de acunar que he desarrollado, son, a mi entender, primordiales para la salud, la realidad muchas veces las delimita.
No es la intención de este trabajo realizar un seguimiento cronológico de la etapas evolutivas del desarrollo humano, sino mas bien intentar acercarme a la idea de la necesidad de que estos acunamientos tan vitales en las diferentes etapas, se transformen en lo que he llamado “acuidamientos”. Me refiero a lo vital que pueden resultar pequeños o grandes gestos de cuidado por el otro, ya sea desde la palabra hablada o desde una simple caricia o gesto de ternura. El adulto, sea que pase por una situación límite o no, necesita del otro, para ser escuchado o, simplemente contenido. En definitiva, ser “cuidado” por otro. Es por eso que se me ocurrió llamar a estos acercamientos vitales: “acuidamientos”, para darle el mismo sentido y nivel de importancia que a los acunamientos.




CONCLUSIONES

Tanto Marisa Paula con sus 600 gr. de peso al nacer, como cualquier adulto tenga el peso que tenga, necesitamos de estos acunamientos y acuidamientos para facilitarnos el camino.
Que lleguemos a una etapa en donde se supone no necesitamos del otro, no quiere decir que esto sea real. “Esa necesidad del cuerpo del otro, profundamente enquistada en el inconsciente, la encontramos constantemente en el adulto normal, expresada en su obrar, en el seno de situaciones regresivas y en particular en todas las circunstancias emocionales de la vida, tales como en las grandes alegrías, la desesperación, el espanto, etc.”[15] Aquí queda claro, que si bien estos acercamientos profundos o no, se van perdiendo mientras vamos creciendo, siempre queda esa necesidad de ellos en algún lugar de nuestra memoria psíquica o corporal. Cabe destacar que, en cierta etapa del desarrollo, esta pérdida del contacto con el cuerpo del otro como complementariedad de su carencia, es necesaria ya que permitirá el acceso a lo simbólico y en particular al lenguaje. “El lenguaje nace a partir de la ruptura que establece un “silencio” en la relación corporal con la madre o con el otro. Nace de la ausencia.. Pero esa pérdida, esa frustración, es soportable y estructurante si está compensada por el nacimiento de un espacio fusional sustitutivo...”[16] El quedarse estancado en esa fusión con el cuerpo del otro, en esa simbiosis vital en el principio de la vida, resultaría, en definitiva en una patología. No es a eso a lo que me refiero, sino mas bien a que esa perdida es necesaria, pero en nuestra etapa adulta, también resulta de vital importancia volver y mantener ese cuidado del otro y desde el otro, este representado por la persona que sea: un amigo, una pareja, un hijo, etc. La Lic. Mónica Groisman en el texto Clínica de la Tensión de la colección de Actualización y Ampliación de textos de Kiné, se pregunta en un momento dado “Cómo vivir menos anudados?. Qué posibilidades hay de disminuir la tensión?” y la respuesta se podría encontrar en tres modos de trabajo en grupos terapéuticos. “Uno de esos abordajes se relaciona con la demanda de amor, de contacto, la necesidad de obtener sostén y contención que se expresa, no solo a través de los nudos distribuidos en la superficie corporal (membrana de contacto), sino también, por ejemplo, en un dibujo con los brazos extendidos pero sin manos, mostrando a la vez el pedido y la dificultad de tocar, de llegar.”[17] Esta demanda de amor, de contacto, etc. es a lo que me refiero cuando pronuncio acerca de la necesidad de estos acunamientos y acuidamientos. Posiblemente muchos de nosotros sufriríamos menos de esos nudos en la espalda. El simple contacto de una mano sobre la espalda, una palabra de afecto o una compañía silenciosa, pueden resultar generadoras de alivio y seguridad.
BIBLIOGRAFÍA
[1] Thomas Verny: El Futuro Bebé. Arte y ciencia de ser padres. Cap. Lección de Intimidad. Ed. Urano
[2] Andre Lapierre- Bernard Aucouturier: El Cuerpo y el inconsciente en educación y Terapia
[3] Lic. Paula Bialoskurnik. “Acuidar”: palabras que pueden tener el mismo efecto que el acunamiento.
[4] Catherine Dolto: Haptonomía pre- y postnatal. Por una ética de la seguridad afectiva. Cap. 3: Haptonomía perinatal, educación precoz. Ed. Creavida
[5] Thomas Verny: El Futuro Bebé. Arte y Ciencia de ser padres. Ed. Urano
[6] Lic. Mónica Groisman: Lo Tóxico (cuando el psiquismo se intoxica)
[7] Thomas Verny: El Futuro Bebé. Arte y Ciencia de ser padres. Ed. Urano
[8] Calmels Daniel: Del Sostén a la Transgresión.
[9] Dr. David Chamberlain: La maravilla del vínculo afectivo.
[10] Andre Lapierre- Bernard Aucouturier: El cuerpo y el inconsciente en educación y terapia
[11] Daniel Calmels: El Cuerpo Cuenta. Cap. La presencia del cuerpo en las versificaciones, narrativas y lecturas de crianza.
[12] Laura Lerner Emmer: Guaguatear o cómo recibimos a los recién nacidos. Cap: Cachorros humanos: huelo, me acunan, contacto. Ed. Errepar
[13] Francoise Dolto: Niño deseado, niño feliz. Ed. Paidos
[14] Mirta Videla- Alberto Grieco: Parir y nacer en el hospital. Cap: La salud materno- infantil. Ed. Nueva Visión.
[15] Andre Lapierre- Bernard Aucouturier: “El cuerpo y el inconsciente en Educación y Terapia”
[16] Andre Lapierre- Bernard Aucouturier: “El cuerpo y el inconsciente en Educación y Terapia”
[17] Lic. Mónica Groisman: “Clínica de la tensión”. Cáp.: Desatando nudos. Colección Actualización y ampliación de textos de Kine.